domingo, 30 de enero de 2011

Mi Soledad Y Yo.

Ayer estuve en México DF, por cuestiones de trabajo tuve que ir a algunas zonas... digamos, "incómodas" de la ciudad. Tuve la fortuna de que alguien manejara por mí, lo que me permitió ver a la gente, su forma de caminar, sus gestos. Disfruto ver el rostro de la gente, la cara dice mucho de las personas, es como un espectacular que dice quiénes somos y lo que nos gustaría que los demás pensaran de nosotros. Sin embargo, nunca había notado tanta soledad en tantas personas. Lo más curioso, es que muchos de ellos no iban solos. No sé si les haya pasado, pero algunas veces podemos estar rodeados de personas y al mismo tiempo sentirnos solos. La soledad no se trata de cuántas personas nos conozcan, sino de cuánto nos conocemos a nosotros mismos.

No recuerdo la avenida por la que caminé ayer, pero fueron unas tres o cuatro cuadras de una zona muy cercana al centro, por supuesto hay miles de comercios, pero también era una zona de prostitución. Estas mujeres se ven a sí mismas como mercancía de aparador, sin valor, pero con precio. Con la mirada llena de culpa ven, pero no observan, pero ellas si se sienten observadas. Lo primero que pensé fue: ¿No tendrán familia? ¿Qué no tienen un hermano que las ayude? ¿Y sus padres? Pero siguiendo con mi interminable colección de preguntas, llegué a ésta que es el centro de mi tema para esta semana: ¿No se tienen a ellas mismas?

Es curioso, pero muchos de nosotros hacemos tantas cosas por lo demás, por un amigo, por la familia, por los hijos, por quien sea... ¿Y qué hago por mí? Mi propia esencia la tengo guardada como un traje, de esos que ya pasaron de moda, escondido detrás de la ropa que casi no uso y estoy esperando el día de ser usado por mí mismo nuevamente.

Buscando la canción que fuera con el tema de hoy, me dio tristeza descubrir que todas las canciones dicen: Estoy sólo porque tu no estás; estoy solo, regresa; sin ti no puedo. Siempre creemos que la soledad se rompe con la llegada de una persona especial, un tipo de mesías sentimental que redimirá nuestro interior... el problema es, que ese ser especial, seguramente se irá y nos dejará nuevamente solos. Pero la soledad es un estado normal y permanente del ser humano, siempre estamos solos, podemos amar, podemos convivir, pero nadie duerme por mí, nadie come por mí, nadie me puede acompañar cuando sueño. ¿Por qué no hago un esfuerzo por conocerme? Quizá dentro de mí encuentre lo que tanto he buscado. En las bodas, las parejas se juran amor eterno, se prometen estar en las buenas y en las malas, siempre juntos, pero honestamente no creo que alguien pueda cumplir con todos esos compromisos, le pedimos a los hombres que hagan lo que sólo Dios podría hacer: No dejarnos nunca, estar siempre a nuestro lado, en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y hasta que la muerte nos separe... no es de humanos poder cumplir estas promesas tan elevadas y tan demandantes.

Los profetas del Antiguo Testamento encuentran a Dios en la soledad y en el desierto, Jesús estuvo sólo 40 días y 40 noches, en el Nuevo Testamento lo encuentran en un lugar secreto y apartado, los Budistas encuentran la Iluminación en la soledad. La soledad me integra; sin embargo, creo que la puerta para la soledad podría resultar muy escabrosa, tenebrosa y por supuesto solitaria, es una puerta muy fea, que sólo pocos se atreven a cruzar. Puedes estar solo o puedes estar contigo.

¿Me tengo a mí? ¿Esto que estoy viviendo es lo que deseo para mí? ¿Estoy para defenderme? ¿Vivo mi vida o la vida que otros establecieron para mí?

Sé de un hombre de unos cincuenta y tantos años, creo que ha tenido tres esposas, mil amores de una noche, cientos de aventuras, docenas de relaciones relámpago y ni una sola noche ha estado consígo mismo.

Quizá Oscar Wilde estuviera de acuerdo conmigo, cuando en su libro. De Profundis escribió: "Recuerdo, estando en Oxford, haberle dicho a uno de mis amigos -íbamos paseando por las veredas estrechas de Magdalena, pobladas de pájaros, una mañana de junio antes de mi graduación- que quería comer del fruto de todos los árboles de jardín del mundo y que salía al mundo con esa pasión en mi alma. Y así fue, efectivamente, como salí, y así viví. Mi único error fue limitarme tan exclusivamente a los árboles de lo que me parecía ser el lado soleado del jardín, y esquivar el otro lado por su sombra y oscuridad. "
Saludos.

2 comentarios:

  1. aprender a vivir tu propia soledad, te prepara el camino para evitar depender de alguien que no seas tu mismo.

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  2. Bienvenida la “soledad”, por que ella nos da la oportunidad del autoconocimiento. El reconocernos y aceptarnos tal y como somos, es tan solo el principio de la trascedencia. Hermoso tema Pepe, felicidades. Atte. Vi.

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